Capítulo 33 —El brillo en sus ojos
Narrador:
Nerón salió de la ducha con el cuerpo helado y la cabeza en llamas. No se secó con apuro, no se vistió con prisa. Pero cada movimiento suyo tenía un propósito, una línea de acción invisible que lo arrastraba de regreso a donde ya no estaba ella. Abrió el armario, eligió una camisa clara, abotonó los puños sin mirarse al espejo y se calzó los zapatos como si estuviera preparándose para una reunión, no para una cacería. Porque eso era lo que era. Una cacería silenciosa. Una que no podía detener. Bajó las escaleras sin detenerse. Pasó por el salón principal como una sombra, sin mirar a nadie. Pero alguien sí lo vio.
—¿Te vas? —preguntó Romina desde el sillón, con un tono entre confundido y molesto.
Él no respondió. Ni siquiera bajó el ritmo. Abrió la puerta de la casa, salió al exterior y activó la alarma del coche con un solo gesto. Subió y arrancó el motor. Romina se quedó de pie junto a la ventana, viendo cómo el coche neg*ro desaparecía po