Priscila sintió como si un incendio forestal púbico comenzará arder desde el centro de su entrepierna hacia cada parte de su cuerpo.
—¡Bienvenida, socia!
—B-buenas tardes —ahora quien estaba nerviosa y tartamudeaba, era ella.
—¿Puedo pasar? —preguntó él viendo que ella permanecía sin moverse con la puerta y boca, abiertas.
—C-claro, pasa. —dijo y se abrió paso. Lo siguió con la mirada hasta que él abrió el botón de su saco y se sentó en la silla, luego caminó hasta su sillón.— ¿En qué puedo ayudarte? —preguntó retomando el control de sus emociones.
—Realmente vine a saludar a la nueva CEO de la empresa y a ponerme a tu orden para lo que necesites. —mostró esa sonrisa perfecta que provocaba en Priscila una especie de taquicardia vaginal.
—Gracias, me sorprende tu gentileza. No lo esperaba.
—¡Vaya! —exclamó con desconcierto— Y yo pensando que tendría una relación más amable con mi nueva socia.
Cada vez que Gari mencionaba aquella palabra, Priscila se estremecía, nada más d