Nant salió de la cocina hacia la sala, con Albert siguiéndola de cerca. En el ambiente se sentía la prisa, casi palpable, que Yago emanaba. El CEO ya los esperaba, sentado en el sofá, con la mirada fija y el ceño levemente fruncido, ansioso por la reunión que tenía pendiente con Joren. La tensión que lo envolvía era habitual en sus días, pero hoy parecía especialmente marcada.
Cuando sus ojos se posaron en Nant, una sonrisa pícara y cómplice se dibujó en su rostro, iluminando por un instante su semblante serio. La había visto antes, desde la distancia, sumida en la perplejidad que le había causado la cocina llena de personal, y había comprendido de inmediato la sensación abrumadora que la embargaba. Era como si una avalancha de nuevas responsabilidades y mundos desconocidos se hubiera derramado sobre ella de golpe.
—¿Ya se coordinó con el personal, señorita Nant? —preguntó Yago con su tono característico, juguetón y un tanto burlón, pero con una clara intención detrás de sus palabras,