Alina se detuvo frente a la fachada de cristal ahumado de la boutique más exclusiva de Santa Fe. A pesar de que el centro comercial parecía operar con su flujo habitual de personas, ese local en particular era una isla de silencio y exclusividad. Las cortinas de terciopelo negro estaban echadas, cubriendo los escaparates para evitar las miradas curiosas de los transeúntes comunes. Un guardia de seguridad privado, ajeno a la plantilla del centro comercial, custodiaba la entrada con una postura rígida, listo para filtrar el acceso.
Para el mundo exterior, la tienda estaba cerrada, preparándose para una inauguración que sucedería hasta la próxima semana. Pero para Alina Korályova de la Vega, las puertas del mundo siempre estaban abiertas, siempre y cuando se supiera qué llave girar.
Alina hizo una señal imperceptible y la puerta de cristal se abrió desde adentro.
El interior era un templo al consumismo de alta gama. El aire estaba perfectamente climatizado y perfumado con una fragancia p