En cuanto el mesero se retiró de la mesa, llevando consigo las órdenes de bebidas, el ambiente en la mesa de los Castillo cambió drásticamente. La pequeña contienda por la cabecera y las elecciones del menú quedaron atrás. La seriedad que caracterizaba a Yago en los negocios regresó con fuerza, y no perdió un segundo.
Sin prisas ni pausas, con una intensidad que capturó la atención de Joren de inmediato, Yago se inclinó ligeramente hacia su hermanito, su voz baja y directa, cortando cualquier preámbulo social.
—Joren —dijo Yago, su mirada fija en la de Joren, su tono demandando respuestas—. ¿Qué has investigado? ¿Qué avances hay? La llamada sonó urgente.
Joren asintió, comprendiendo la impaciencia de Yago. Había esperado este momento durante casi un año, y la información que traía era el resultado de meses de trabajo discreto.
—Efectivamente, Yago —comenzó Joren, su voz también bajando de volumen, consciente de la discreción necesaria en un lugar público, incluso en su mesa reservada—