La Parca está aquí
Los ojos de Emilia se abrieron de par en par, incredula.

—¡¿Qué?! No te preocupes, Derek. Nadie entra en la mansión de Thornfell y causa caos sin sufrir las consecuencias. Lo castigarán.

Con su ira desbordada, se precipitó hacia Donald.

—Señor Winston, ¿qué es esto? —exclamó, señalando a Jaden—. ¿Esta es la explicación que fuiste a buscar? Ahora apoyas a tu hija mientras acaricia a otro hombre, y, ¡frente a mi sobrino! No esperaba que fueras tan descarado.

La expresión de Donald se volvió severa.

Él había sido condescendiente con Emilia durante demasiado tiempo. Pero en aquel momento, se estaba pasando de la raya. Nadie insultaba a su hija frente a él, sin importar quién fuera. Aunque su familia estuviera enfrentando algunos problemas financieros, todavía eran parte de las siete familias de élite de Ravenmoor. No toleraría que nadie le hablara de esa manera.

—Basta de decir tonterías —dijo con dureza—. No te atrevas a hablar de mi hija así.

Emilia parpadeó.

—¿Perdón?

—Ya me has escuchado —dijo Donald fríamente—. No eres quién para pantarte aquí y decir que mi hija está coqueteando con alguien solo porque tu preciado sobrino se puso celoso.

El rostro de Emilia cambió de expresión.

—Eres un bastardo ingrato. Yo confié en ti. ¿Y esto es lo que obtengo a cambio? Traición. Dejando que tu hija se prostituya en público.

—Cuidado con lo que dices. Los Winston todavía somos parte de la élite de esta ciudad.

—No, no me callaré. Élite, ¡qué broma! Todos sabemos que tu familia está derrumbándose en este momento y que solo entregaste a tu hija porque necesitabas ayuda de los Thornfell—soltó—. Has criado a una sinvergüenza. Si no hubiéramos descubierto esto ahora, mi sobrino habría terminado casándose con una mujer fácil.

Donald bajó la cabeza avergonzado. Había un ápice de verdad en lo que ella decía.

Hannah soltó un grito ahogado y los ojos se le llenaron de lágrimas.

—Voy a cancelar el compromiso de inmediato —continuó Emilia—. Y dado que ya pagamos la mitad de tu deuda como parte de los regalos para la novia, espero que nos lo devuelvas multiplicado por diez. De lo contrario, mi cuñado se asegurará de que el pago no sea solo con dinero.

La voz de Hannah se quebró.

—¿Cómo puedes decir eso de mí? ¿Cómo puedes humillarme así?

Los ojos de Emilia se encendieron de ira.

—Cállate la boca, zorra. Ustedes dos, arrodíllense y pídanle disculpas a Derek. O te lo juro, me aseguraré de que se arrepientan de haber mostrado su cara por aquí.

Los señaló directamente.

Jaden dio un solo paso hacia adelante, con una mirada cortante.

—¿Y cómo planeas hacer que nos arrodillemos exactamente?

Su voz era muy, pero muy calmada.

—Has cruzado la línea, muchacho —rugrió Emilia—. Te arrepentirás de cada palabra.

Se volvió bruscamente.

—¡Kael!

La habitación se sumió en un silencio escalofriante.

Un hombre mayor descendió lentamente las escaleras. Llevaba una túnica azul oscura, con las manos cruzadas detrás de la espalda y una expresión inescrutable.

—¿Sí, presidenta Emilia? —preguntó, con voz suave y tranquila.

En cuanto Hannah lo vio, se le hizo un nudo en la garganta y todo su cuerpo se tensó.

—Se... Señor Kael... —susurró, con voz temblorosa—. Está aquí.

Sus manos temblaban mientras agarraba el brazo de Jaden.

—Jaden, por favor... es él. La Parca. Es el principal ejecutor de Lucian Thornfell. Ha hecho cosas inimaginables. Si lo desafiamos, no tendremos una segunda oportunidad.

Intentó halar a Jaden hacia atrás, con una una voz apenas audible.

—Por favor... solo arrodíllate. Pide disculpas. De lo contrario, no nos salvaremos.

Cuando Kael entró en el salón, su presencia hizo callar los murmullores y una sensación de temor se apoderó de la habitación como una nube tormentosa.

Emilia no perdió ni un segundo y su voz resonó llena de veneno.

—Kael, no quiero que lo mates rápidamente. Alarga el proceso. Rompe todos los huesos de su cuerpo. Quiero que suplique antes de morir.

Derek se unió a la conversación, señalando furiosamente a Jaden.

—¡Se atrevió a robar a mi prometida justo frente a mis narices! ¡Este es el día más humillante de mi vida! ¡Mátalo, Kael! ¡Descuartízalo!

Todavía sangrando y cojeando, Dusk se apoyaba en dos guardias, con sus vestiduras manchadas de sangre. Pero al ver a Kael, una muestra de desprecio apareció en su rostro.

—Señor Kael... finalmente aparece. La justicia ha llegado. Sabía que fingir la muerte valdría la pena. Ahora que estás aquí, puedo respirar tranquilo. No resistirá un minuto contra ti.

Kael no se acercó más, ya que no era necesario. Su voz era fría, sin emociones, y se extendió por el salón como las ondas del sonido de una campana.

—Joven —dijo, con las manos todavía detrás de la espalda—, has ofendido a la gente equivocada. Tienes cinco segundos para arrodillarte... o morir.

—¿Cinco segundos? —susurró Emilia—. ¿Le está dando una opción? Yo te dije que lo mataras, no que le predicaras. ¿Por qué tienes misericordia?

Pero incluso en su rabia, Emilia lo sabía mejor que nadie. Kael no era su perro faldero. Era la espada de Lucian Thornfell, y ella solo era una parienta por matrimonio. Contuvo su furia y miró, hirviendo de ira.

Derek vio su vacilación y avanzó, hinchado de un falso coraje.

—¿Lo escuchaste? Tienes suerte de que el señor Kael sea generoso. Pero no te equivoques, ya estás acabado.

Luego se volvió hacia Hannah, una voz que destilaba rencor.

—Y tú, desvergonzada. ¿Te atreves a coquetear con esta basura en mi presencia? Te arrepentirás de haberme desafiado.

Hannah retrocedió, temblando pero desafiante.

—Nunca te he amado, Derek. Déjame en paz.

—¿Qué dijiste? —exclamó Derek, con los ojos abiertos de rabia y se abalanzó hacia ella, con la mano levantada alta...

Se escuchó el sonido de una bofetada, pero no fue su mano la que golpeó a alguien.

La mano de Jaden se abrió en el rostro de Derek como un latigazo, enviándolo volando hasta caer en el suelo de mármol. El salón se llenó de exclamaciones llenas de asombro.

Jaden no se inmutó y su voz siguió siendo seca.

—¿Dónde está la caja de música que te dije que trajeras?

Derek emitió un grito de dolor, agarrándose la mejilla.

—¿To... todavía te atreves a preguntar por esa maldita cosa frente al señor Kael? ¡Mátalo! señor Kael, ¡mata a este bastardo ahora ahora mismo!

Y Kael se movió.

Exclamaciones de asombro se escucharon por todo el salón cuando el temido ejecutor se abalanzó hacia adelante.

—Este tonto ya está muerto —susurró alguien.

—Nadie sobrevive al La Parca —murmuró otro.

—¡Sigue siendo tan arrogante hasta el final... preguntando por una caja de música, ¡y frente a Kael!

Dusk dio un puñetazo débil, con los ojos desorbitados.

—¡Sí! Ahora está acabado. Quizás me haya vencido, pero Kael está en otra liga.

Los ojos de Emilia brillaron y ruguió:

—¡Acábalo!.

Derek, todavía en el suelo, soltó una mueca de desprecio con los labios hinchados.

—Lo haré arrastrarse una vez que Kael termine con él. Se arrastrará como un perro a mis pies.

El puño de Kael se iluminó con una energía voraz, llevaba la pura destrucción en su movimiento, mientras se lanzaba hacia adelante. Pero entonces, se detuvo.

Sus ojos captaron algo.

Una placa con un emblema dorado relucía débilmente en el hombro de Jaden.

Las pupilas de Kael se contrajeron. Sus pasos se desviaron y bajo el puño.

Esa placa... nadie más la llevaba.

Solo un hombre había sido galardonado con ese emblema, y ese era, el rey de la guerra.

La voz de Kael se hizo apenas audible.

—Eso... eso no puede ser... ¿Quién eres?
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