Jaden estaba solo en el centro de la habitación, con la espalda recta y los ojos ardiendo por la furia. A su alrededor, los hombres de Rafael formaron un círculo, con los dedos temblorosos sobre los gatillos de sus armas y los nervios al límite.
La tensión en aquel lugar era tanta, que el aire se sentía pesado y el silencio era insoportable, tanto así que se podía escuchar claramente el sonido de alguien que respiraba fuerte, e incluso el de otro hombre que se tragaba su miedo.
Rafael estaba sentado en su trono de cuero y oro, inclinado hacia adelante con una sonrisa llena de maldad.
—¿Qué esperan? —dijo, con voz engañosa —¡Dispárenle!
Nadie se movió, pues todos estaban demasiado asustados después de presenciar cómo Jaden había matado brutalmente a dos hombres con un solo golpe.
—Este tipo no es humano.
Jaden inclinó ligeramente la cabeza, y su fría mirada se deslizó por la habitación. Después dio un paso hacia un lado, luego otro, y finalmente empezó a dar vueltas lentamente, co