Jaden apretó los dientes, el viento cortaba su rostro mientras Drax se abría paso por el tráfico como si estuviera poseído. El motor de su carro negro mate rugía y las ruedas chirriaban sobre el asfalto mientras se lanzaba por la carretera.
—¿Conoces el lugar? —preguntó Jaden, con los ojos fijos hacia adelante como un halcón persiguiendo a su presa.
—Sí, jefe. El Club del Diablo. Quedan solo unas manzanas —Los dedos de Drax se apretaron en el volante—. Llegaremos en diez minutos.
—No puedo esperar tanto —dijo Jaden fríamente—. Conduce más rápido, tengo que llegar en cinco minutos, sino te mato.
—¡Sí, jefe!
Jaden apretó los puños en su regazo. Su voz era baja pero llena de rabia. —Si les pasa algo a Julie o a Hannah... Te juro que quemaré ese lugar hasta dejarlo en cenizas.
El carro se lanzó hacia adelante, serpenteando entre los vehículos, con los motores rugiendo. Drax, era un ex militar y el mejor conductor que conocía Jaden, así que lo manejaba como un misil encarrilado hacia