—Pobre tía —suspiró Julie, mirando a Kelvin, el cual en ese momento estaba sentado en un rincón, murmurando para sí mismo y sonriéndole a la pared—, lo llevó a todos los hospitales principales del país, probó todos los tratamientos que podía pagar: algunos a base de hierbas o incluso espirituales, pero nada cambió, él no mejoró.
Ella se detuvo, y sus ojos se pusieron sombríos.
—Ella se aisló de todos, incluso de nosotros. Dijo que era mejor así: menos vergüenza, menos desilusión.
La mandíbula de Jaden se tensó y sus manos se cerraron en puños.
A él nunca le había agradado el esposo de su tía, ni siquiera cuando aún era un niño. Aquel hombre siempre había mirado con desdén a su madre y a su familia: le daba preferencia a sus amigos ricos, se burlaba de cualquiera que no llevara ropa de diseñador o hablara con influencia, y en ese instante, acababa de oír que había abandonado a su propio hijo por una discapacidad...
“Otro bastardo egoísta como mi padre. Ese tipo de padre es el que t