Salón Principal, Hotel Celestial.
El salón entero había sufrido una metamorfosis digna del septuagésimo cumpleaños de Xander Verrick. Cincuenta mesas, vestidas con seda y rodeadas de sillas pulidas, colmaban el espacio.
Los candelabros de cristal bañaban la estancia con un resplandor cálido, y el aire olía a perfumes costosos, champaña y la embriagadora esencia del poder.
El personal de servicio, impecable en sus uniformes, se movía con precisión, guiando a los invitados y administrando el torrente de obsequios lujosos que se acumulaba en la recepción.
Xander permanecía cerca de la entrada principal, enfundado en un traje color carbón intenso, con el cabello gris peinado hacia atrás. A pesar de su edad, aún proyectaba la presencia de un hombre dueño de la ciudad. A sus costados estaban sus hijos, Elias y Aiden, ambos vestidos con igual elegancia; sus expresiones se mantenían cuidadosamente neutrales mientras saludaban a la concurrencia.
Un miembro del personal anunciaba los regalos co