Jaden cargó a Mia y la apoyó en su hombro, dándole palmaditas en la espalda para consolarla. Los bracitos de la niña se aferraron con fuerza a su cuello; aunque todavía estaba alterada por todo lo que había escuchado, su respiración comenzaba a calmarse. Miró a los demás y dijo con tranquilidad:
—No perdamos el sueño por esto. Por lo que saben, Declan Raze podría aparecer mañana en nuestra puerta, con la cola entre las patas, pidiendo perdón.
El silencio fue instantáneo. Entonces:
—¿Qué demonios te pasa? —la voz de Nora estalló, aguda y temblorosa—. ¿Te estás escuchando? ¿Crees que esto es algún tipo de broma? —lo señaló con un dedo trémulo, con los ojos muy abiertos por la incredulidad—. ¡Todo esto está pasando por tu culpa! ¡Si no hubieras atacado a Raze y a ese abusivo, Elias no habría irrumpido en nuestras vidas para destruirnos!
Su furia recorrió la habitación como un incendio forestal. Vane no dijo una sola palabra, pero su cara era una máscara de piedra. Incluso su cigarrillo se