Mientras tanto, al otro lado del barco.
El suelo de acero crujió bajo las botas de Hope mientras se deslizaba por el pasillo estrecho y oscuro de la nave decrépita. La única iluminación provenía de los paneles parpadeantes en las paredes y el suave resplandor azul de sus lentes holográficos, que escaneaban en busca de firmas térmicas, rastros químicos… cualquier cosa que la llevara al contrabando que buscaba.
Olía a óxido y un leve hedor a aceite de motor. Sus dedos se movieron sobre el panel lateral de su visor, ajustando los filtros hasta que las paredes comenzaron a desdibujarse y el holograma digital se encendió con un tenue pulso rojo.
—Ahí está —murmuró, con la voz apenas por encima de un susurro.
Una sección de la pared parpadeó débilmente en su escáner. Hueco. No era natural. Presionó la mano contra la unión y encontró un panel oculto; tecnología vieja, oxidada, pero no muerta. Introdujo una rápida secuencia de anulación y la pared se abrió con un siseo, liberando una bocanada