Ivanna Taylor

Llegar a mi solitario apartamento me hace suspirar de alivio. Me quito los lentes con un movimiento brusco y los dejo como quiera en la alta mesa que tengo a un lado de la puerta.

No los necesito, a fin de cuentas.

También me quito el resto de mi disfraz, uno que no sirvió de nada para todo lo que sucedió hoy.

¿Vestir con ropa ancha para salir del radar de mi jefe? Hecho.

¿Salir del radar de Shane Robinson y su querida amante con la misma táctica? Eso es demasiado pedir para el universo.

—Seguramente ya pasé la cuenta de peticiones con derecho a ser escuchadas —gruño, dejándome caer en el sofá, medio desvestida y con una rabia que podría llevarme a correr unas quince vueltas alrededor del vecindario.

Me tapo la cara y lloriqueo. Aunque las lágrimas que humedecen mis ojos no son de tristeza, es frustración.

¿Qué le hice yo al mundo para estar pagando así? ¿No bastó todo lo que me quitaron hace cuatro años? ¿No bastó todo lo que lloré, sufrí y dejé atrás para intenta