Capítulo 8. Adrenalina y un saco de boxeo.
Shane Robinson
—¿Cómo es posible que ella esté de regreso? —pregunta entre sollozos Abigail, cuando me subo al auto a su lado y conduzco fuera de la propiedad de Milo Prince.
Maldigo por dentro al escucharla. Ni un minuto de silencio. Ni uno.
—No he podido dejar de pensar en lo que nos hizo esa... esa...
La rabia que siento es inmediata. No quiero tener que soportar su drama ahora. No después de lo que pasó. No con su voz que sube de tono cada vez más.
Y mucho menos si sé que habla de Ivanna.
—Abigail... —advierto entre dientes, sin mirarla, sintiendo cómo mis nudillos se tensan contra el volante.
Pero ella no entiende de límites. Nunca los entendió. Y menos conmigo.
—Y esa manera ofensiva, ¿no insististe en la disculpa? —continúa, como si necesitara escarbar más profundo—. Sabes que ella me hace mucho daño, Shane...
Me muerdo la lengua para no estallar. Mi mandíbula duele de tanto apretarla.
—Abigail... —repito, esta vez con una nota más seca, más contenida, que apenas roza el borde