Shane Robinson
Sean cae ante mí con un gruñido. Le sale sangre de la boca ahora partida y me mira con tanta tristeza en los ojos que me enoja más.
—¡No me mires así, maldición! —grito, temblando mientras lo apunto con el dedo—. ¡No me mires como si te arrepintieras, carajo, porque todo es una jodida mentira!
Se vuelve a levantar, a duras penas. Cierra los ojos y suspira.
—Hermano, lo menos que quería era hacerte daño...
Vuelvo a golpearlo. Y él vuelve a caer.
Veo rojo. No puedo contenerme.
—¡Cállate! ¡Para de decir toda esa mierda! ¡Hiciste lo que te dio la gana y ahora te arrepientes? ¡Encárame de una puta vez! ¡Grítame tus motivos! ¡Devuélveme el jodido golpe y dame más razones para partirte la cara!
Sean niega con la cabeza. No se cubre el rostro, ni se defie