*—Danny:
Un suspiro cargado de amor escapó de Danny mientras caminaba de la mano con Uriel hacia la cabaña que, esa noche, se convertiría en su refugio íntimo, su nido para comenzar la luna de miel.
Todavía le costaba creerlo: se había casado con el hombre de su vida.
Todo había salido perfecto: la ceremonia, la celebración íntima, las risas y hasta la sorpresa que él había planeado en secreto. Recordaba la expresión de Uriel al descubrirlo todo: esos ojos azules brillando de emoción, la boca entreabierta, incapaz de articular palabra. Era una de esas imágenes que quedaban tatuadas en la memoria. Y aunque Danny había intentado mantener el misterio, también sabía que su esposo había estado planeando lo mismo. La propuesta de Uriel, bajo el atardecer, con las sortijas elegidas con tanto simbolismo, había sido igual de hermosa.
Al entrar en la cabaña, Uriel lo miró con esa mezcla de nervios y deseo que siempre lograba incendiarlo. Apenas la puerta se cerró, lo empujó contra ella, atrapán