Valentina sonrió.
—No me he ido.
—¿Pero te irás? Ahora que no puedo verte, temo que te lleves a Sofía y me abandones.
Valentina guardó silencio.
—Sé que quieres alejarte para no hacerme sufrir el dolor del hechizo —continuó Mateo—. Pero Valentina, más que el dolor del hechizo, temo perderte a ti y a Sofía. No importa qué dificultades enfrentemos, las superaremos juntos. No te rindas, por favor, no me dejes. Ya han pasado tres años. No quiero perderlos a ustedes por otros tres años más.
Al escuchar sus palabras, Valentina colocó su mano sobre la puerta. Ansiaba verlo, pero por su salud, solo podían hablar a través de la barrera que los separaba.
Valentina esbozó una sonrisa.
—Mateo, te prometo que no te abandonaré.
¡Por muchas dificultades que existieran en este mundo, si estaban juntos, seguramente podrían superarlas!
Mateo también sonrió.
—Valentina, llevo mucho tiempo esperando oír esas palabras.
Héctor y Nadia, observando desde fuera cómo enfrentaban juntos las adversidades, se sent