Aunque Valentina estaba muy preocupada por Mateo y deseaba quedarse a su lado para acompañarlo, tenía que irse.
Su presencia solo causaría más dolor a Mateo.
Valentina dio media vuelta para marcharse.
—¡Valentina, no te vayas!
Mateo apartó las sábanas y bajó de la cama, abrazando a Valentina por la espalda.
Enterró su rostro en el cabello largo de Valentina, con voz ronca dijo:
—Valentina, no te vayas, por favor, no me dejes.
Valentina sabía que Mateo estaba sufriendo. Ella también sufría.
—Mateo, suéltame. Si esto continúa, el dolor te matará.
Mateo no la soltó. Al contrario, la estrechó con más fuerza contra su pecho.
—Entonces que el dolor me mate. ¡Valentina, no me dejes!
Pero al segundo siguiente, un dolor agudo lo invadió. Los ojos de Mateo se oscurecieron y su alto y fuerte cuerpo se desplomó nuevamente.
Valentina lo atrapó.
—¡Mateo!
...
Cuando Mateo volvió a despertar ya era de noche. Héctor y Nadia vigilaban a su lado.
—Mateo, ¿has despertado?
Héctor y Nadia, con ojos llenos d