—Bien.
Valentina sacó inmediatamente un afilado cuchillo.
—Señor Celemín, ¡voy a proceder ahora!
—Adelante —respondió Héctor.
Héctor cerró los ojos.
Valentina levantó el cuchillo, dirigiendo la afilada punta hacia el corazón de Héctor.
—¡No!
En ese momento, Nadia saltó de la cama. Detuvo a Valentina y se lanzó a los brazos de Héctor, abrazándolo con fuerza.
Héctor abrió los ojos y bajó la mirada hacia Nadia.
—Nadia, ¿qué sucede?
Nadia negó con la cabeza.
—¡Héctor, no quiero que mueras!
Héctor la miró con ternura.
—Haría cualquier cosa por salvarte.
—¿Por qué eres tan bueno conmigo? —preguntó Nadia—. Nuestro matrimonio fue arreglado entre familias. Sé que no me querías.
Héctor tomó el rostro de Nadia entre sus manos.
—Es cierto que fue un matrimonio arreglado. Al casarnos, no te amaba. Para mí, como heredero de una familia poderosa, el matrimonio era solo un medio para consolidar intereses; daba igual con quién me casara.
Nadia bajó la mirada con tristeza. Siempre supo que Héctor no la