Héctor miró las lágrimas en su rostro: —Si lloras así cuando aún no ha pasado nada entre esa mujer y yo, ¿no te morirías de llanto si realmente ocurriera algo?
Nadia rápidamente se defendió: —Qué presumido eres. ¿Quién dijo que estoy llorando por ti? Suéltame, ¡quiero cerrar la puerta!
Nadia se secó las lágrimas e intentó cerrar la puerta del coche.
Pero no pudo. Héctor la agarró por la muñeca, la sacó del asiento delantero y la metió en el asiento trasero.
Nadia forcejeó: —¿Qué estás haciendo? ¡Suéltame, quiero salir! ¡Quiero bajarme del coche!
Héctor también entró en el asiento trasero, cerró la puerta del lujoso automóvil y sentó a Nadia en su regazo.
—¿Por qué tanto alboroto?
Nadia intentó bajarse de sus piernas: —Héctor, ¿qué haces? ¡Estamos en el coche!
Héctor bajó la cabeza para besarla: —¿Acaso no lo hemos hecho antes en el coche? ¿No te gustaba?
Nadia abrió la boca y le mordió la comisura del labio.
Héctor sangró por la mordida. Tomó su hermoso rostro entre sus manos: —Nadia,