¿Se había ido?
Héctor caminó hasta la puerta y la abrió.
Afuera estaba una joven y hermosa mujer, quien al ver a Héctor se sorprendió y rápidamente se sonrojó: —Señor Celemín.
Héctor miró a la mujer: —¿Me conoces?
—¿Hay alguien en toda Costa Enigma que no conozca al señor Celemín? Por supuesto que lo conozco, aunque el señor Celemín no me conoce a mí.
Esta mujer había sido enviada por Nadia, y por supuesto sabía a qué venía: a satisfacer a un hombre.
Un hombre relacionado con Nadia definitivamente no sería cualquiera, como mínimo sería rico o influyente.
La mujer había venido ansiosa, pero cuando vio a Héctor, se quedó completamente atónita, como si le hubiera caído una bendición del cielo. Jamás se habría imaginado que el hombre al que debía atender esta noche sería Héctor.
Héctor, naturalmente, entendió el interés y la expectativa en los ojos de la mujer. Curvó fríamente sus labios: —Entonces empecemos aquí mismo.
¿Empezar aquí?
La mujer miró a Nadia en la habitación: —Señor Celemín,