Nadia mira a Héctor y de repente le rodea el cuello con los brazos:
— No me siento bien, señor Celemín. Ten piedad de mí.
Héctor sabe que cuando ella toma la iniciativa, nada bueno sucede. Realmente quiere poseerla ahí mismo, pero recordando que casi se desmayó hace poco y que está débil, logra contenerse.
— Nadia, ¿lo estás haciendo a propósito?
Nadia parpadea inocentemente:
— ¿A propósito qué, señor Celemín?
Provocarlo, jugar con él.
Nadia intenta retirar su mano, pero Héctor la sujeta y la guía hacia abajo.
Nadia lucha inmediatamente:
— ¡¿Qué haces?!
— Ayúdame —dice Héctor.
— ¡No quiero! —rechaza Nadia.
— ¿Te di permiso para negarte? —Héctor la besa.
...
Luciana regresa furiosa a la mansión. Pensando en el frío recibimiento de Nadia, levanta la mano y arroja al suelo el jarrón de la mesa.
El jarrón se hace añicos.
La empleada doméstica corre hacia ella:
— Señorita, ¿qué sucede?
Luciana estalla:
— ¡Fuera! ¡No quiero hablar con nadie!
La empleada contiene la respiración, asustada.
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