Mateo sonrió. Efectivamente, ella no necesitaba depender de ningún hombre; ella misma era la élite y el poder.
Mateo extendió su mano. —Tina, encantado.
Valentina le dio la mano cortésmente. —Señor Figueroa, un placer.
Viendo a los dos estrechándose las manos bajo las brillantes luces, Luciana sentía tanto odio que casi se rompe los dientes de tanto apretarlos. Ahora Valentina era el centro de atención; Mateo y todos los demás la rodeaban, mientras que ella había sido ignorada, relegada a un segundo plano.
¿Por qué cada vez que Valentina aparecía, ella quedaba reducida a simple telón de fondo?
Tres años habían pasado, se había convertido en la hija del hombre más rico, y aun así no podía cambiar esta realidad.
Valentina, ¡te odio!
La fiesta cumbre llegó a su fin. Mateo miró a Valentina. —Valentina, ¿dónde te hospedas? ¿Puedo llevarte a casa?
Mateo quería hablar con Valentina.
Valentina lo rechazó amablemente. —Señor Figueroa, tengo mi propio chofer, no necesito que me lleve.
Miró a Luc