En ese momento, Mateo apareció por detrás.
—Valentina.
Valentina se dio la vuelta.
—Valentina, el tónico está listo. Estás embarazada y aún no has comido nada. Primero ve a tomar el tónico —dijo Mateo.
Valentina quiso negarse, pero Mateo la tomó de la mano y se la llevó sin darle oportunidad de protestar.
La sirvienta observó cómo se alejaba Valentina y dio un gran suspiro de alivio. Al volverse, vio a Catalina.
—Señora, he hecho lo que me pidió. La señorita Valentina y el señor Figueroa han bajado.
Catalina asintió.
—Muy bien. No debes hablar de lo que ha pasado hoy con nadie. ¡Ya sabes las consecuencias!
La sirvienta respondió con temor:
—Lo entiendo, señora.
Catalina se tranquilizó y entró rápidamente en la habitación.
En la mesa de trabajo, encontró una jeringa con sangre: la sangre de Héctor que Valentina había extraído.
Perfecto, la había encontrado.
Catalina sacó inmediatamente de su bolsillo otro tubo con sangre: su propia sangre.
Cambió directamente su sangre por la de Héctor.