¡Era terrible!
¡La habían descubierto!
¡Ángel lo había adivinado!
¿Qué podía hacer ahora?
Catalina, ansiosa y alarmada, dio un paso adelante.
—Esposo, no es así, estás equivocado. Valentina es mi hija biológica. ¡Luciana es la hija del señor Celemín!
Los ojos de él reflejaban una tormenta de emociones. Señaló a Catalina con el dedo.
—¿Sabes cuál ha sido la misión de mi vida? Mi misión ha sido proteger a la hija del hombre más rico. Por eso nunca he tenido hijos propios. ¡Sabes lo importante que es para mí la verdadera heredera!
—Lo sé, pero no te alteres. ¡Luciana es ella! —Catalina extendió la mano para sujetar a Ángel.
—¡No me toques!
Él apartó a Catalina de un empujón.
Catalina perdió el equilibrio, retrocedió varios pasos y chocó contra la pared.
—Para saber quién es la verdadera heredera, haré ahora mismo una prueba de ADN —dijo Ángel, exaltado—. Se lo contaré al señor Celemín y a Valentina. ¡Con solo hacer una prueba de ADN entre el señor Celemín, Luciana y Valentina, la verdad s