—¿No te da... vergüenza abrazar así a Valentina?
Héctor, quien nunca en su vida había sido acusado de "sinvergüenza", se quedó perplejo.
El mayordomo murmuró:
—Señor Figueroa, por favor cuide sus palabras. Mi señor lo respeta por ser de una generación más joven, pero usted también debe respetar a sus mayores.
Catalina observaba atónita. Jamás hubiera imaginado ver al hombre más rico del mundo, Héctor, y al nuevo magnate de los negocios, Mateo, sujetando simultáneamente a una mujer, ambos a punto de pelearse por Valentina.
Catalina entendía el malentendido de Mateo. Creía que Héctor estaba interesado románticamente en Valentina.
Que Valentina y Luciana tuvieran la misma edad no era un problema en absoluto. Un hombre con la posición y el estatus de Héctor tendría innumerables jóvenes hermosas como Valentina o Luciana lanzándose a sus brazos.
Pero Héctor era el padre de Valentina.
Catalina sentía que el mundo estaba patas arriba.
Valentina, atrapada entre ambos, sentía que su mareo empeor