Mateo asintió. Sí, no volvería a dudar.
Debía salvar a Luciana, costara lo que costase.
Mateo miró a Valentina:
—Valentina, será mejor que trates la enfermedad cardíaca de Luciana. No quiero obligarte.
El corazón de Valentina cayó hasta el fondo. Mateo realmente se había puesto del lado de Luciana y esos asesinos.
Valentina sonrió con frialdad:
—Señor Figueroa, si quieres obligarme, ¡primero veremos si tienes esa capacidad!
Marcela dijo:
—Valentina, qué arrogante eres. Aunque seas la doctora milagro de la medicina nacional, no puedes enfrentarte a un magnate como el señor Figueroa. Con solo mover un dedo, el señor Figueroa tiene mil maneras de hacerte caer en desgracia.
Catalina añadió:
—Valentina, ya te hemos dado una salida. Acéptala ahora. Romper relaciones no te beneficiará. Te aconsejo esto sinceramente por tu bien.
Luciana intervino:
—Valentina, si no piensas en ti misma, al menos piensa en el señor Balcázar. ¿Realmente permitirás que el señor Balcázar pierda la vida por ti?
Vale