Amanda miró a Fernando y a los otros hombres y respondió: — Nuestro pueblo no permite la entrada a extraños. Ellos no pueden entrar, pero puedo llevarte a ti secretamente.
Fernando intervino de inmediato: — Presidente, podría ser peligroso que entre solo.
Mateo preguntó: — ¿Qué peligro?
Fernando susurró: — Esta Amanda está interesada en usted. Tenga cuidado de que no lo retenga como esposo trofeo.
Mateo le lanzó una mirada fría a Fernando.
Fernando guardó silencio inmediatamente.
Mateo dio instrucciones: — Descansen aquí. Me pondré en contacto con ustedes más tarde.
Fernando asintió: — Bien.
Mateo miró a Amanda: — Amanda, iré contigo. Gracias por tu ayuda.
— Vamos.
Amanda llevó a Mateo al pueblo. Mientras caminaba a su lado, el corazón de Amanda latía como el de un cervatillo: — ¿Cómo te llamas?
— Me llamo Mateo.
— ¿A qué te dedicas?
— Dirijo una empresa.
— ¿Por qué aún no te has casado? ¿Qué tipo de chica te gusta?
Viendo la mirada expectante de Amanda, Mateo curvó ligeramente sus lab