Mateo entró en el pueblo acompañado por Fernando y sus hombres. Al ver a algunos aldeanos, se acercó inmediatamente: — Hola, ¿han entrado hoy dos personas a su pueblo?
Los aldeanos miraron a Mateo con desconfianza: — ¿Quiénes son ustedes? ¿Por qué han venido aquí?
Mateo respondió con sinceridad: — Estamos buscando a unas personas.
Los aldeanos negaron de inmediato con las manos: — Nadie ha entrado en nuestro pueblo. No damos la bienvenida a los forasteros. Váyanse de aquí rápidamente.
Los aldeanos comenzaron a expulsar a Mateo.
Fernando quiso intervenir: — Ustedes...
Pero Mateo lo detuvo con un gesto: — De acuerdo, gracias por su ayuda. Nos vamos ahora mismo.
Mateo se dio la vuelta para irse.
Fernando lo miró desconcertado: — Presidente, ¿por qué nos vamos? ¡Siento que la señorita Valentina y Joaquín están ahí dentro!
Los ojos fríos de Mateo eran agudos como los de un halcón: — No es una sensación, es una certeza. Valentina y Joaquín definitivamente están ahí dentro.
— ¿Entonces por qu