Marcela sentía que este era el momento más hermoso de su vida, elevada por el cariño de sus dos nietas más adoradas. Luciana y Dana esbozaron sonrisas delicadas. La familia de Ángel hervía de alegría.
En un rincón, Valentina observaba en silencio. El bullicio y el esplendor de los Méndez siempre le serían ajenos. El único vínculo que la conectaba, su padre, yacía sepultado, completamente olvidado por la familia.
Entonces, percibió una mirada que se posaba sobre su cara. Al levantar la vista, encontró a Mateo. Él estaba de pie bajo las brillantes luces. ¿Qué estaba mirando? Esa noche había regresado acompañando a Luciana a la casa familiar, claramente para respaldarla. Parecía que todos habían olvidado que ella era la señora Figueroa. Qué irónico.
Valentina desvió la mirada.
—Bien, ahora que todos están presentes, vamos a cenar. —Dijo Marcela sonriendo.
La comida exquisita y el vino ya estaban servidos y todos comenzaron a sentarse. Los asientos ya estaban dispuestos. Marcela, como la m