Las empleadas estaban emocionadas, llenas de admiración por Dana.
En ese momento, Marcela, Fabio y Renata, miembros de la tercera rama familiar, bajaron por las escaleras, los tres vestidos muy formalmente y con expresiones alegres.
Marcela vio a Valentina y le espetó fríamente: —Esta noche Dana trae al doc. Milagros a cenar. Mejor no hables y ni se te ocurra ofenderlo o no te lo perdonaré.
Fabio y Renata la miraron con indiferencia. —Mamá, mi hija y el doctor están por llegar, vamos a recibirlos.
Apenas terminaron de hablar, un auto lujoso se detuvo en el jardín de la mansión.
Dana entró del brazo de un hombre.
Esa noche Dana llevaba un vestido largo y resplandecía de felicidad, estaba hermosa y radiante. Anunció con orgullo: —Abuela, padres, les presento al doctor Milagros, mi novio.
Los tres miraron al hombre con evidente satisfacción. —Es un honor conocerlo.
Valentina observó a ese supuesto doctor. Era un hombre alto y apuesto, vestido con una costosa camisa y pantalones, luciendo