Valentina miró a Mateo mientras sostenía el helado.
Él permanecía de pie, observándola en silencio, como esperando su respuesta.
—¿Acaso todo tiene que ser necesariamente comprado por un hombre? Lo compré yo. —Mintió.
Las dos chicas parecían dudosas.
Mateo la miró, curvando sus labios. ¡Pequeña mentirosa!
Ella, queriendo evitar más discusiones, se dirigió a Luis: —Ya no quiero estar más aquí. Volvamos a la habitación.
Luis asintió. —De acuerdo.
Cuando se fueron, Mariana comentó con amargura: —Ella está mintiendo, seguro un hombre le compró ese helado. ¡Y ahora arrastra a Luis a la habitación porque quiere acostarse con él!
Luciana se aferró al brazo de Mateo. —Ellos son novios y compartirán habitación esta noche. ¿Crees que se acostarán?
Mariana se adelantó: —¡Por supuesto! Aunque Mateo nunca la tocó, ¡se nota que ella no es virgen!
Luciana miró la cara de Mateo y respondió: —¿Tú crees?
—Amiga, ¿crees que ella es pura como tú? Se nota que tiene experiencia seduciendo hombres, quién sab