A solas en el camerino que Esteban había vaciado por petición suya, Valentina se acomodó frente al espejo del tocador. Con movimientos delicados, recogió su abundante cabello negro en una cola baja que dejaba al descubierto la línea de su cuello. Aunque su belleza natural rara vez necesitaba realces, pues había sido bendecida con facciones perfectas, esta vez decidió aplicarse un maquillaje discreto y un toque de color en los labios, realzando más su presencia.
Entonces, se escuchó la voz de Esteban afuera:
—Buenos días a todos.
Valentina se puso de pie y levantó una esquina del telón para mirar: el enorme auditorio estaba repleto, no había ni un solo asiento vacío. Varias cadenas de televisión filmaban el evento.
Esteban, parado en el podio, habló por el micrófono:
—Buenos días a todos, hoy nos reunimos aquí para conocer a el...
La multitud exclamó al unísono:
—¡Doc. Milagros!
—Exacto. —Sonrió Esteban. —Hoy tenemos el gran honor de recibir al doc. Milagros en nuestra querida Universid