Sara estaba atónita. Solo podía ver a su asistenta sujetando el cabello largo de Wendy con una mano y el de Iris con la otra, luchando contra las dos, presionándolas bajo su cuerpo y arañándolas sin piedad.
Iris y Wendy querían resistirse, pero bajo la violenta represión de la asistenta no tenían forma de defenderse.
Pronto sus rostros quedaron marcados, y su arrogancia inicial desapareció. Comenzaron a suplicar clemencia.
—¡Ay, ya no me pegues!
—¡No me jales el cabello!
—¡No me rasguñes la cara!
—¡Me acabo de hacer la nariz!
Cuando Sara eligió a su asistenta, había escogido a alguien fuerte. Esta asistenta practicaba taekwondo, lo cual le servía para proteger a mujeres. Claramente, la asistenta no decepcionó.
Sara se quedó a un lado sin intervenir. Pensaba que estas dos, Iris y Wendy, realmente necesitaban una buena lección.
Ya que la asistenta se había lanzado a la acción, ella simplemente disfrutaría del espectáculo.
Iris y Wendy lloraban a gritos:
—¡Para ya! ¡Me duele mucho! ¡Auxil