¡Esta sopa de pollo tenía veneno letal!
Susana no podía creerlo. —¿Cómo puede tener veneno la sopa que yo preparé? ¡Imposible! ¡Esto es imposible!
Nicolás miró a Susana. —Esta sopa de pollo la preparaste tú con tus propias manos.
Susana asintió. —¡Sí, fui yo!
Los ojos de Nicolás se volvieron fríos. —¡Vengan acá!
Un grupo de guardaespaldas vestidos de negro corrió hacia ellos. —Sí, señor Duque.
Nicolás hizo un gesto con la mano. —¡Aprésenla!
Los guardaespaldas de negro inmediatamente agarraron a Susana y la detuvieron.
Susana se alarmó terriblemente. —No, señor Duque, ¿no se estará equivocando de persona? ¿Por qué me arresta?
—Daniela se envenenó por esta sopa de pollo, y ahora resulta que tú preparaste esta sopa, ¡entonces tú eres la asesina! ¡Quien haya matado a Daniela y a mi hijo, pagará con su vida! —declaró Nicolás.
Margot, escondida a un lado, estaba muy feliz. En este momento, Susana había cumplido su máximo valor al convertirse en su chivo expiatorio.
—Profesor Duque, no fui yo