Mientras hablaba, la mano de Nicolás se posó sobre el vientre abultado de Daniela. —¡Nuestro bebé! ¡Nuestro bebé aún no ha venido a este mundo para verlo siquiera! ¡No lo creo! ¡Daniela, despierta por favor!
El médico trató de calmarlo con insistencia. —Señor Duque, no se altere. La paciente realmente ya falleció. Entiendo sus sentimientos, pero deje que la paciente descanse en paz.
—¡No! ¡Daniela no me va a dejar! —gritó Nicolás.
Margot se quedó parada a un lado observando. Desde que llegó Nicolás, se había escondido en un rincón oscuro.
Ahora no quería aparecer, solo necesitaba quedarse ahí para disfrutar del espectáculo.
Efectivamente, todo se estaba desarrollando según su plan. Daniela había encontrado el veneno y verdaderamente había perdido la vida.
Margot observó a Daniela tendida en la camilla. Desde que nació, Daniela había sido una señorita rica que vivía bajo los reflectores, brillante y radiante, amaba a mucha gente y era amada por muchos. Eso era precisamente lo que más od