Nicolás estacionó su auto de lujo, valorado en millones de dólares, frente a la entrada de la Universidad Nacional. Ese día llevaba el clásico atuendo de un presidente ejecutivo: traje negro con camisa blanca. Con ese aire apuesto y elegante, no tardó en llamar la atención de todos.
En seguida, varias estudiantes jóvenes y atractivas comenzaron a mirarlo, intercambiando miradas coquetas y con el corazón acelerado.
Nicolás no les prestó atención. A fin de cuentas, ese tipo de miradas no le eran nada nuevo. Después de ver partir a Daniela, dio media vuelta, subió a su lujoso coche y se dispuso a irse.
Pero justo en ese momento se escucharon unos golpecitos: “toc, toc”. Alguien estaba llamando a la ventanilla.
Nicolás la bajó lentamente. Afuera había una estudiante muy guapa, que lo miraba con los ojos brillantes y le sonreía dulcemente.
—Hola.
En el rostro apuesto de Nicolás no se reflejó ninguna emoción.
—¿Pasa algo?
La chica, armándose de valor, dijo:
—Hola… ¿me das tu WhatsApp?
—Lo si