Pronto los besos de Nicolás cayeron en el rostro de Daniela, besando hacia su cuello, y sus manos también comenzaron a ser traviesas.
Daniela abrió los ojos y lo empujó.
Nicolás tenía los ojos llenos de venas rojas de deseo y le preguntó con voz ronca: —¿Qué pasa?
Daniela: —Señor Duque, ¿qué quiere hacer? ¿No dijo que no sentía nada por mí? ¿No dijo que ya habíamos terminado?
Nicolás la miró: —Sí lo dije, ¡pero fuiste tú quien me sedujo! ¡Daniela, me sedujiste!
—Te seduje y picaste el anzuelo. ¿Acaso si te seduzco no puedes rechazarme?
Nicolás no dijo nada. En realidad ella debería tener la respuesta en su corazón, ¿para qué preguntar cuando ya sabía?
¿Necesitaba que él lo dijera para sentirse más satisfecha?
Él era simplemente una persona patética, bastaba con que ella moviera un dedo.
—Señor Duque, ¿se quedó mudo?
Nicolás la abrazó e inclinó la cabeza para besarla.
Daniela no cooperó y comenzó a luchar.
Nicolás la presionó contra la puerta, la volteó para que se apoyara contra la par