La recepcionista sonrió apenada: — Lo siento mucho, nuestro club privado tiene reglas establecidas y debemos seguirlas. Por favor, no nos ponga en una situación difícil.
En ese momento, una voz familiar resonó: — Daniela.
Daniela se dio vuelta y vio a Mauro.
Mauro se había cambiado a una camiseta polo casual para jugar golf y había llegado en su Ferrari.
Mauro miró a Daniela: — Daniela, ¿viniste a buscar al señor Guillermo? Qué coincidencia, el señor Guillermo me invitó a jugar golf, pero parece que tú no puedes entrar. ¿Qué tal si me lo pides amablemente? Tal vez sea generoso y te lleve adentro.
Daniela le lanzó una mirada fulminante a Mauro: — Mauro, no te creas tanto.
Mauro sonrió con malicia: — Daniela, me creo lo que quiero, y mis mejores días están por venir. ¡Ya verás!
Mauro la estaba amenazando.
En ese momento, el asistente del señor Guillermo salió: — Señor Mauro, ha llegado, pase por favor, el señor Guillermo lo está esperando.
Mauro sonrió: — Bien, entraré ahora mismo.
Mauro