La respiración de Nicolás se volvió agitada.
William se extrañó.
—¿Nicolás? ¿Nicolás, por qué no hablas? ¿Qué te sucede? ¿Por qué respiras tan pesadamente?
Con los ojos enrojecidos, Nicolás respondió:
—William, estaremos... listos en un momento...
—Jaja, está bien, Nicolás. Yo pensaba que no te interesaban las mujeres, no imaginé que hasta tenías novia...
Nicolás apenas escuchaba lo que William decía al otro lado de la línea. Todas sus sensaciones se concentraron en un solo punto, y entonces, como un destello de luz blanca, sintió que mil fuegos artificiales estallaban en su interior.
Nicolás se desplomó sobre el hombro de Daniela.
—¿Nicolás? ¿Nicolás...?
Con el teléfono en la mano y una voz irreconociblemente ronca, Nicolás dijo:
—William, te llamaré en un momento.
—De acuerdo.
Tras colgar, Nicolás comenzó a besar el rostro de Daniela, dirigiéndose a sus labios.
Ella era su primera mujer y la única: la dulce y delicada heredera. Él era un hombre normal que había madurado en estos tres