Ningún hombre podría tolerar semejante provocación, y menos aún Mauro, quien siempre había resentido profundamente la existencia de Diego.
Mauro sonrió con frialdad.
—Daniela, ¡esta noche acabaré contigo!
Extendió la mano para tirar del cuello de su blusa, intentando desgarrar su ropa.
En ese momento, Daniela sacó el spray de pimienta que había mantenido oculto en su cintura y lo roció directamente sobre Mauro.
Mauro, que no esperaba que Daniela llevara un arma, gritó de dolor cuando el líquido picante entró en sus ojos.
—¡Aaaah!
Daniela aprovechó la oportunidad para empujarlo.
—Mauro, ¿creíste que vendría a esta cita sin estar preparada? ¡Este spray de pimienta lo compré especialmente para ti!
La última vez, Mauro ya había intentado propasarse con ella. De no haber sido por aquel conductor, habría caído en sus manos.
Por eso, cuando Mauro la citó esta vez, ya venía preparada con el spray.
Mauro se puso de pie, mirándola con furia.
—Daniela, mi paciencia contigo tiene límites. ¿De verd