Mateo estaba enojado porque ella había dicho que sería la última vez y que no volviera a buscarla.
Cuando sus suaves labios rojos lo besaron, él la apartó con impaciencia.
Pero las pequeñas manos de Valentina que estaban en sus hombros se deslizaron para rodear su cuello, aferrándose a él:
—Mateo, no me apartes~
Sus ojos claros lo miraban brillantes, su voz juvenil pronunciando cada sílaba con un tono especial.
Un tono que tensó todos sus músculos.
—Será como antes, nuestro secreto. No le diré nada a Luciana.
Valentina volvió a besarlo.
Los ojos de Mateo se enrojecieron. Un hombre que ha probado ese sabor es como una bestia que ha probado la carne - a veces recuerda y añora ese sabor. Su iniciativa y su forma de pegarse a él fácilmente encendieron su fuego interior.
Abandonó la resistencia, e incluso cuando ella lo besaba, él tomó el control, sujetando sus delicados hombros, intentando sentarla en sus piernas.
Ding.
En ese momento sonó un agudo claxon - el semáforo estaba en verde.
Los