Capítulo 79
Ese mismo día, Alexander regresó más temprano a casa. Isadora se extrañó al verlo subir directamente a la habitación, sin siquiera buscarla para el beso habitual. Eso no era común, él siempre hacía hincapié en ese gesto, por más cansado que estuviera.
Pero ella lo comprendió. También estaba devastada. Ambos intentaban lidiar con el dolor a su manera… y, en ese momento, el silencio parecía ser el único refugio posible.
Alexander permaneció callado durante casi toda la cena. Revolvía su plato, pero apenas comía. Después de la comida, se retiró a la sala y se sirvió un vaso de whisky. Se sentó frente a la chimenea, observando las llamas danzar, como si esperara que el fuego quemara parte del dolor que sentía por dentro.
El silencio era pesado, roto solo por el chasquido de la leña. Después de un tiempo, sus ojos se volvieron hacia sus hijos. La visión de aquellas pequeñas sonrisas lo devolvió a la realidad. Dejó el vaso sobre la mesita, respiró hondo y se acercó lentamente.
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