Capítulo 38
Ethan bajó las escaleras, con la bata entreabierta, el cabello desordenado y los ojos aún llenos de legañas. Arrastraba las chancletas como si cada paso fuera un esfuerzo hercúleo.
Entró al comedor y murmuró con voz ronca y aburrida:
— Buenos días…
Alexander alzó los ojos de la tableta, observando a su hijo por encima de las lentes de sus gafas de lectura. Doña Aurora y Gerald intercambiaron una mirada silenciosa y, seguidamente, respondieron con un breve "buenos días", aún sorprendidos por el aspecto descuidado de su nieto.
— Hijo… ¿por qué estás así? Estás tan… —Aurora comenzó a hablar, pero fue interrumpida abruptamente.
— Ay, abuela. Por favor. —replicó Ethan, pasándose la mano por el rostro sintiéndose incómodo.
Alexander bajó lentamente la tableta sobre la mesa y alzó la mirada, la mandíbula apretada.
— Respeta a mi madre, mocoso. ¿Ya no basta tu creciente falta de educación conmigo?
El silencio cayó sobre la mesa como una lámina.
Ethan, por arrogante que fuera, reco