Capítulo 150
En la entrada de la mansión, un hombre de aproximadamente cincuenta años los esperaba. Tenía cabello negro con algunas canas, porte erguido, mirada penetrante. A su lado, una mujer hermosa y elegante, que sonreía cálidamente, no parecía ser griega; si estaba en lo cierto, era brasileña como su madre.
—¡Bienvenidos! — exclamó Eros Kyrgiakos, abriendo los brazos. —¡Finalmente en Grecia, Alexander!
Su esposa, Lara, se acercó, abrazando a las mujeres con un cariño que parecía sincero.
—Entren, entren. Deben estar cansados del viaje.
Mientras atravesaban el inmenso vestíbulo, decorado con mosaicos y vitrales, Hailey sintió un escalofrío. Era todo tan hermoso, pero había algo en la manera en que las estatuas parecían observarla que la dejó inquieta.
Eros notó la mirada de la joven y sonrió de una manera como si hubiera leído sus pensamientos.
—Nuestra casa lleva mucha de nuestra historia… y de nuestros secretos.
Hailey tragó saliva, sin saber si bromeaba o no.
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Horas después