Capítulo 119
Alexander entró por la puerta principal con los hombros caídos, se sintió derrotado. En la sala de estar, vio a su madre abrazada a su padre, su rostro escondido en el hombro de Gerald.
—Se fueron… —dijo Alex, la voz ronca—. Creo que… lo perdí todo.
Aurora levantó el rostro, los ojos húmedos.
—Estoy destrozada… Mis niños eran todo para mí. —Volvió a encogerse en el abrazo de su marido, como si buscara en él algún consuelo.
Gerald, serio, mantuvo la mano firme en la espalda de su esposa antes de mirar a su hijo.
—¿Ella dejó la dirección?
Alexander negó lentamente con la cabeza.
—No… probablemente… lo informará después.
El silencio volvió a reinar, pero no era el mismo de antes. Ahora era un silencio denso, casi sofocante, que cargaba la ausencia de risas infantiles, del perfume de Isadora y de la vida que parecía haber abandonado la mansión junto con ella.
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Neide entró en la cocina, con el plumero en la mano, el cuerpo encorvado, los hombros caídos como si toda la energ