Capítulo 117
Doña Aurora respiró hondo, cerrando los ojos por un instante, como si estuviera sopesando cada palabra antes de hablar. Después, se acercó y puso las manos sobre los hombros de su hijo.
—Yo te creo, Alex. —Su tono no dejaba espacio para dudas—. Yo conozco al hombre que crié.
Él la miró aliviado.
—Gracias, madre… pero no sirve de nada. Isa no me va a escuchar.
—No hables así. —Ella tomó su rostro, obligándolo a mirarla—. Ella necesita tiempo para encontrarse. Mantente siempre cerca.
Alex respiró hondo, y algo en su mirada cambió, no era esperanza, pero tampoco era rendición.
—Está bien.
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El sonido lejano de un reloj antiguo resonaba en el silencio de la noche en la mansión Blake, su tic-tac marcando el tiempo desde generaciones.
Isadora ya había acostado a los niños y estaba en el dormitorio, sentada al borde de la cama, mirando una maleta abierta en el suelo.
Cada prenda que ponía allí parecía un golpe en el pecho, sus sentimientos se mezclaban: alivio, dolor, decisión