La puerta se cierra con la salida de Daniel, dejando tras de sí un vacío imposible de ignorar, mi mirada se queda fija unos segundos más en la madera, porque a pesar de que estoy feliz con su partida, ya no lo estoy con el hecho de tener que vivir con Cassian en su ausencia.
Desvío la mirada y suelto un suspiro corto, mientras que él permanece de pie, con las manos en los bolsillos de su pantalón, observándome con esa m*ldita expresión que solo hace que mis músculos se tensen aún más.
No hay ninguna razón lógica para sentirme nerviosa. Pero lo estoy. Porque su presencia es una maldita tormenta contenida en un solo cuerpo.
Una que amenaza con arrastrarme con ella. Porque aunque pueda gritarle que esa noche solo fue s*xo, no puedo mentirme a mi misma.
Por supuesto que fu s*xo, pero fue el mejor s*xo de mi vida, pero hoy este hombre para mí está prohibido.
Él ladea la cabeza con lentitud y la maldita sombra de una sonrisa aparece en la comisura de sus labios antes de dirigirme la palabra.