El pomo se siente frío bajo mis dedos cuando abro la puerta.
Mis pulmones se llenan de aire, pero la bocanada muere en mi garganta en cuanto mis ojos se encuentran con los suyos.
Cassian Harrington. «¿Por qué c*rajos vino aquí?»
Mis labios se entreabren apenas, y aferro mis dedos con más fuerza al borde de la puerta, pero no me muevo. Él tampoco lo hace, en cambio sus ojos se fijan en los míos, con una intensidad avasallante.
Su presencia me sofoca, es como una tormenta que no deja escapatoria.
La mirada de ambos queda atrapada en un duelo silencioso.
ES innegable que hay algo peligroso en la forma en que sus ojos recorren mi rostro, como si supiera cada pensamiento prohibido que se ha deslizado por mi mente desde la iglesia.
El recuerdo de su mano en mi piel, de su cuerpo contra el mío, quemando como un hierro candente.
Los segundos se alargan, mientras nos sumergimos en un campo de batalla donde ninguno de los dos cede.
Hasta que la voz de Daniel rompe el momento.
—Padre —m