Abro los ojos con lentitud y el mundo me recibe con una extraña calma.
Mi cabeza late con una ligera resaca, pero no lo suficiente como para que me arrepienta. Anoche valió la pena.
Me giro un poco y sonrío al ver el suelo. Dos botellas de vino vacías, un par de copas a medio terminar, y los tacones de Rossy abandonados cerca de la mesa de centro.
«Sí, definitivamente valió la pena»
Un murmullo somnoliento me hace mirar hacia el otro sofá. Rossy también está despertando, estirándose perezosamente mientras su cabello negro se desordena más de lo que ya está.
—Buenos días —dice con voz rasposa, frotándose los ojos.
Me estiro con un suspiro y dejo caer la cabeza contra el respaldo.
—Buenos días.
Rossy parpadea lentamente, aún aturdida, y observa el desastre a nuestro alrededor.
—Nos terminamos las dos botellas —constata en un tono casi divertido.
—Sí, y ni siquiera estoy segura de cómo llegamos hasta el sofá.
Ella se ríe.
—Bueno, eso solo demuestra que tuvimos una gran noche.
Y la tuvimos